Cuando pasaba el tren de las doce
sin ningún pasajero
lleno de cátodos de cobre
en el silencio de la noche calameña
acostado lo escuchaba
en la isla cálida de mi cama
sin saber que en el librero de mi padre
había un cd de Debussy
Con la bocina del tren me dormía
y el alma de esa música me acompañaba
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