miércoles, 9 de mayo de 2018

Tenía el poder de leer todo un libro sin importar el tamaño o el idioma.
La gracia: lo hacía con un sólo toque de sus dedos.
El problema: la poesía. 
Las imágenes llegaban sin el orden narrativo de una novela, por ejemplo.
Se detuvo en un verso un día de otoño.
Respiró primeramente, luego apartó el libro sin abrir.
Esas palabras son como silencio, pensó.
Posteriormente tocó su pecho al unísono con su cabeza.
Un niño que pasaba por ahí lo imitó.
Aún sin comprender el orden de los versos no ocultó su sonrisa.
Al viento leve le procedió la luz.
Caía la tarde en su propio poema.

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