lunes, 27 de marzo de 2017

En el silencio nadie tiene rostro

No estoy viejo, la verdad no estoy viejo pero amo el silencio más de lo que debiera. Pasaría días enteros sin decir palabra alguna, acostumbrado al crujir de la arena y a la sal del agua en mi cuerpo. Sin embargo dista esa realidad, tengo que decir lo que sea porque de otra forma no podría participar de la trama.

Ah! acabo de tener la sensación de que mis letras, sobrevivientes a la carne, son leídas en silencio por ojos que sienten lo mismo que yo.

Me parece curioso, la última vez que sentí verdadero silencio -tanto así que muda también la narración interna quedó- otro ser sin dejar de ser yo, miraba como niño el sol en el agua, radiante cual un viejo que por vez primera se desprende de su rostro en un aliento largo, sin retorno, a la luz. 

2 comentarios:

**kadannek** dijo...

¿Y por qué amar el silencio te hace viejo? Es una unión atemporal, única. Realmente yo también me apasiono por él, es un elemento salvador; sana, limpia, cobija, libera, enseña y conecta. Tiene algo sublime en su idioma, en su capacidad para adentrarse en ti.

Interesante reflexión.
Saludos.

Franco Valenzuela Torres dijo...

No es una afirmación mas sí una interpretación, no literal, claro. Cada cual pone los ojos donde lo siente. Decir: "No estoy viejo, pero amo el silencio más de lo que debiera" es una visión íntima que podría interpretarse así: "aún falta sabiduría pero me antecede el silencio, más de lo que debiera".
La unión atemporal la hace el niño y el viejo si lees el final. Gracias por tu comentario.
¡Viva la metáfora!