Nadie sabe de luz
hasta que anochece
La música del segundo piso
Las palabras del ajedrez
Y luego lo que acostumbramos a llevar
En las ventanas cruzan eternamente
los rostros inolvidables
Nuestra colección privada de recuerdos
En ese mismo jardín
se apresuran los pájaros de repente
Una nueva ventana se abre
de cuando en vez
Entonces por un momento
toda la atención es tuya
Los rostros inolvidables se voltean
Llegaste al laberinto de mí
a la casa donde todo lo guardo
a regalarme
lo que nunca creíste que fuera hermoso
una ordinaria rabieta
que lanzaste al aire
sin esperar respuesta
Hay cosas que suenan después
porque cada momento guarda una nota
y es el asir de los años
lo que desata el laberinto
en un aroma que vuelve
tan sutil como el pasar de una hoja
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