Cuando me adhiero a ti, cuando te abrazo
crece la música inevitable
la que brota de la fricción
delgada y sentida de nuestros cuerpos
cuerpos pulsantes bajo la vela de un cuarto oscuro
donde brillas en lo profundo
desatando mi corazón entre cintas como cortezas
de cortezas como susurros
Liberadas las luciérnagas
nos expandimos en cada contorno
entre raíces entrelazadas tibiamente aferradas
de presagios como ríos que nos tocan la boca
Somos dos partículas de polvo flotando en la luz
ciegas de sí mismas
Habitamos el corazón de un pájaro
la mano firme del rayo
el cobijo del agua
la dulzura del aire
En ambos corazones crece una flor amarilla
cuyos pétalos son movidos levemente por la brisa
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