El otro cielo del mundo
el que creo a veces no está
brilla como un tesoro escondido
y en el aliento del bronce
cruza las cuerdas más finas de una guitarra
que se escucha como la luz entonando el amanecer
o apenas una hoja cayendo en el agua
cuando los botes y los pájaros se detienen
de frente al otro cielo del mundo
que es una cascada ascendente
de blancura y girones en el pecho
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